La mejoría del español fue patente, aprovechándose además a la perfección del naufragio del ruso, que no volvió a ser el mismo tras un fallo del juez de silla al final del primer set (7-5, 6-2).
El tenis es uno de los deportes más exigentes que existen, si no el que más, a nivel mental. Que se lo digan a Andrey Rublev, que sufrió esta realidad con toda la crudeza posible este miércoles en su partido ante Carlos Alcaraz de las ATP Finals. Con 6-5 y servicio para el español al final del primer set, un fallo del juez de silla, que dio por mala una bola del ruso que luego se comprobó que había sido buena, provocó que el destino del choque comenzase a escribirse: las esperanzas de alcanzar las semifinales las mantiene el número dos del mundo, que recuperó la consistencia perdida y sacó petróleo del naufragio del moscovita (7-5, 6-2).
Hasta bien entrada la primera manga, Alcaraz no encontró la forma de doblegar a Rublev. Ambos tenistas mantenían su servicio sin demasiados sobresaltos, puesto que la primera oportunidad de rotura, que el murciano no pudo consumar, no llegó hasta el 4-4. Tendría que esperar un poco más, hasta el 5-5, para averiguar si realmente podía romper el muro y soñar con su primer triunfo en esta Copa de Maestros. Cuando las celebraciones con el puño empezaron a volverse recurrentes a su lado de la red, se atisbó el picorcito. Confirmado con un break que le ponía 6-5 y que le dejaba al borde del 1-0 en el marcador.
Por momentos, el duelo fue a base de cañonazos, pero algo hizo ‘clic’ para mal en Rublev a raíz de ese error que tan mal le supo en las postrimerías del primer parcial. El enfado fue de los que hacen época por parte del quinto clasificado del ranking, aunque sería en el arranque del segundo set cuando sus demonios se apropiarían de él sin remedio y le privarían de cualquier opción de plantarle cara a Alcaraz.
Y Rublev nunca volvió
Como buen Capitán Garfia, Carlitos le había echado el garfio al encuentro a la hora de la verdad, en cuanto tuvo ocasión. Y, a diferencia de lo que le ocurrió con Alexander Zverev, ningún ‘cocodrilo’ iba a venir a reventarle la fiesta. De hecho, lo de reventar se lo dejó a Rublev, desatado para mal en el primer juego de la segunda manga. Entonces, Alcaraz volvería a protagonizar una rotura que su adversario hizo lo más literal posible: arreó primero un porrazo a su raqueta para destrozarla después, con varios impactos totalmente carentes de suavidad contra su rodilla.
La locura se adueñó de tal manera de Rublev que los mamporros con los que decidió castigarse le causaron una herida notable en la pierna. Cuando se ponía, su golpeo era de otro nivel. El problema es que ya no hubo forma de que se reenganchase a lo que sucedía en la pista: las quejas y el cabreo se lo llevaron por delante. Alcaraz ganó, pero también hay que decir que el campeón del último Masters 1000 de Montecarlo puso muchísimo de su parte para perder.
Fuente Infobae